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Pensamientos Saharauis
 

Mi tío Mohammed Salem

Mi tío Mohamed Salem, que Alá tenga en infinita paz su alma, siempre fue cariñoso, amable y revolucionario desde las primeras manifestaciones pacíficas contra el colonialismo español y su disposición a defender el Sahara frente a la doble invasión marroquí y mauritana a finales de 1975. Nunca se separaba de dos cosas, una radio que compró en 1968, exactamente el año de mi nacimiento, que conservaba envuelta en  un trapo y sólo sintonizaba a la hora del noticiero de la radio del Sahara, no escuchaba música ni otros programas, sólo las noticias. La otra cosa era una linterna, que necesitaba debido a su avanzada edad. Mi tío fue designado junto a todos los hombres de su generación a integrar las milicias populares encargadas de la seguridad  de los niños y mujeres en los campamentos de refugiados saharauis.

 

Tras cada boletín informativo, mientras preparaba el té, nos decía alegremente “muy cercana está la victoria” y nos contaba las noticias de la guerra a favor del ejército saharaui 

 

– Cuando muera me gustaría ser enterrado en el Sahara junto a mi padre. Si no es posible enterradme en el cementerio de Smara, allí yacen los cuerpos de muchos hombres honrados – nos decía a mí y a mi padre en cada ocasión en que nos sentábamos a tomar té.

 

– Si no hay  diferencia entre los cementerios de la wilaya de El Aaiun y el de la wilaya de Smara, todos son musulmanes – decía mi padre.

 

– Nuestro padre Hamadi, que Alá tenga su alma en el paraíso, nos decía antes de morir “cuando llegue mi hora enterradme en el cementerio de El Habchi, junto a Sidahmed Ragueb. La noche de su muerte lo habíamos llevado durante decenas de kilómetros sobre su camello preferido a dicho lugar, a pesar de que cerca de nuestra jaima había otros cementerios – dijo Mohamed Salem.

 

– Está bien hermano, cumpliremos tu deseo aunque rogamos al todopoderoso que haga posible el fin de esta injusta guerra y que todos podremos ser enterrados junto a nuestros antepasados – dijo mi padre.

 

– Amén por la grandeza de Alá – dijo mi tío alzando sus arrugados brazos y mirando al cielo.

 

Tras una larga enfermedad Mohamed Salem falleció. Cerca de su cabeza estaban la radio y la linterna. Mi padre lo llevó al cementerio de Smara y allí fue enterrado junto a miles de saharauis que albergaban la misma esperanza de morir en su tierra.

 

              Abdurrahman Budda


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